En un giro sin precedentes, el número de cruces ilegales hacia Estados Unidos desde la frontera con México disminuyó un 92 % en junio, en comparación con el mismo mes del año anterior. Según datos del Departamento de Seguridad Interna (DHS), apenas 6,070 personas fueron interceptadas en la frontera suroeste, la cifra más baja registrada en los últimos 25 años.
Este descenso coincide con el endurecimiento de las políticas migratorias bajo la nueva administración del presidente Donald Trump, quien ha implementado medidas restrictivas como el cierre práctico de la frontera, la cancelación de citas de asilo, el despliegue militar y la suspensión de liberaciones de migrantes en situación irregular.
Impacto regional en América Latina
La caída en los flujos migratorios ha tenido un efecto en cadena en varios países de la región. En el Tapón del Darién, por ejemplo, cruzaron apenas 73 personas en abril de 2025, frente a las 29,259 registradas en el mismo mes de 2024, lo que representa una caída del 99.7 %, según cifras ofrecidas por el presidente de Panamá, José Raúl Mulino. Las autoridades incluso decidieron cerrar la principal estación migratoria en esa zona.
Honduras experimentó una reducción igualmente significativa. Un informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) indica que entre enero y marzo de este año solo 14,270 personas emprendieron el viaje hacia el norte, frente a las 133,518 que lo hicieron en el mismo periodo del año anterior.
Migración inversa y retorno forzado
A la par de la disminución en los cruces fronterizos, se ha multiplicado la llamada “migración inversa”, en la que personas desalentadas por las políticas restrictivas o sin recursos suficientes optan por regresar a sus países de origen. En Colombia, más de 9,000 migrantes han cruzado de regreso el Tapón del Darién en lo que va del año, según datos de la Defensoría del Pueblo.
Este fenómeno no siempre ocurre de manera voluntaria. Estados Unidos ha promovido la “autodeportación” mediante incentivos económicos y herramientas digitales como la aplicación CBP One Home, que facilita el retorno asistido. No obstante, expertos advierten que muchos migrantes con lazos familiares en territorio estadounidense se resisten a abandonar el país, pese al endurecimiento de las políticas.
La situación representa un desafío significativo para los países de origen y tránsito. “Ningún país de la región está preparado para una migración inversa de esta magnitud”, advirtió Maureen Meyer, vicepresidenta para Programas de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), al señalar la falta de recursos y de programas de reintegración eficaces en estas naciones.
Por su parte, Amy Pope, directora de la OIM, señaló que “no hay suficientes vías legales para que los migrantes puedan entrar de manera regular”. Esta carencia, sumada a los efectos de la desinformación y las tensiones sociales, agrava la crisis humanitaria en curso.
Países como Colombia, Honduras, Panamá, Venezuela y República Dominicana enfrentan una presión creciente para acoger a quienes regresan, con respuestas aún limitadas frente a la magnitud del fenómeno.
Aunque el endurecimiento de las políticas migratorias ha logrado reducir los cruces ilegales, Estados Unidos enfrenta ahora un dilema interno. Sectores clave como la agricultura, la construcción y los servicios comienzan a resentir la falta de mano de obra, históricamente sostenida por trabajadores migrantes.
“La migración no se detiene. Los seres humanos siempre se moverán”, expresó Pope. El gran interrogante es cuánto daño se causará en el intento de frenarla y cuál será el costo humanitario para las comunidades afectadas a ambos lados de la frontera.
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