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miércoles, 16 de abril de 2025

¿Los burros son tontos?



No sabemos en qué momento exacto empezó la injusticia, pero el burro lleva siglos cargando no solo sacos de yuca y leña, sino también una reputación que no se merece. ¿Tonto? ¿Lento? ¿Terco? ¡Por favor! Si alguien tiene que sentarse a revisar su concepto de inteligencia, es la humanidad.


La realidad es que los burros no son brutos, son estratégicos. No es que no obedezcan, es que analizan. Tú les dices “vamos por ahí” y ellos te miran con una cara de “mira, Juan, por ahí hay un barranco, y si tú te quieres ir solo, ve con Dios, pero yo me quedo aquí”. ¿Cómo se le llama eso? ¿Desobediencia? No, corazón. Eso es sentido común.


Y sí, tienen esa carita de “yo no fui”, con las orejas paradas como si estuvieran captando señal del satélite. Pero eso no significa nada. Si fuera por apariencia, más de uno en la oficina sería gerente del universo y no sabe ni enviar un correo sin poner “atte.” con doble “t”. El burro no tiene cara de genio, pero tiene un sexto sentido para saber cuándo lo están llevando directo al desastre. Y si eso no es ser inteligente, entonces necesitamos redefinir el concepto.


Además, hay que decirlo: el burro no corre, pero tampoco se cansa. No necesita drama, ni halagos, ni WiFi. Está ahí, día tras día, en la montaña, con la carga encima, sin quejarse. Aguanta más que una ex con dignidad y menos rencor que un grupo de WhatsApp familiar.

¿Y qué hay de los refranes? Bueno, ahí también lo liquidaron sin defensa posible. “No seas burro”, “cara de burro”, “más terco que un burro”... nunca escuchamos un “tan sabio como un burro” o “tan confiable como el burro de la finca que nunca falla”. No, la historia lo tachó de tonto y se quedó con eso. Como cuando alguien hace un papelón en primero de bachillerato y 20 años después la gente sigue recordando ese episodio como si no hubiera crecido ni aprendido nada en la vida.


Pero aquí estamos para hacer justicia. Porque, sinceramente, si todos tuviéramos la prudencia del burro, la paciencia del burro y esa tranquilidad con la que ignora a medio mundo, probablemente tendríamos menos caos. Así que la próxima vez que alguien diga “¡qué burro eres!”, tal vez, solo tal vez… sea un cumplido.


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