Desde niños, muchos hemos soñado con extender los brazos y surcar el cielo como Superman o Iron Man. Pero, aunque la idea de volar es emocionante y nos llena de asombro, la realidad es que nuestros cuerpos están muy lejos de ser capaces de hacerlo. La ciencia tiene explicaciones claras (y fascinantes) sobre por qué no nacimos para volar.
No tenemos alas (y nunca las tendremos)
Para volar, las alas no son un lujo, son una necesidad. Los animales que pueden volar, como las aves y los murciélagos, tienen alas que forman parte de su propio esqueleto. Nosotros, en cambio, tenemos brazos que son perfectos para abrazar, construir y cargar cosas, pero totalmente inútiles para levantar nuestros cuerpos del suelo.
Además, incluso si mágicamente nos crecieran alas, necesitaríamos que fueran enormes. Para que un humano promedio (de unos 70 kilos) pudiera volar, sus alas tendrían que medir al menos 6 metros de punta a punta. Imagínate intentando caminar con algo así en la espalda... ni siquiera cabrías por la puerta.
Somos demasiado pesados y poco fuertes
A las aves les funciona volar porque su cuerpo está diseñado para ser ligero y eficiente. Sus huesos son huecos, y sus músculos pectorales son súper potentes (en algunas aves, representan el 30% de su peso). Nosotros, en cambio, tenemos huesos densos y músculos que, aunque buenos para levantar pesas en el gimnasio, no están ni cerca de tener la potencia necesaria para despegar del suelo.
Incluso si pudiéramos aletear nuestras “alas humanas”, no tendríamos la energía suficiente para mantenernos en el aire. El vuelo requiere una cantidad de energía impresionante, y nuestro metabolismo no está hecho para semejante esfuerzo.
La gravedad no perdona
La gravedad es una de esas fuerzas que no se pueden negociar. Todo lo que sube, tiene que bajar, a menos que logres generar suficiente sustentación para mantenerte en el aire. Las aves lo logran con la forma aerodinámica de sus alas y sus movimientos precisos. Nosotros, con nuestra forma corpulenta y falta de alas, simplemente no tenemos ninguna oportunidad de vencer a la gravedad sin ayuda.
Pero, ¿y si pudiéramos volar?
Supongamos que la evolución nos diera alas. El problema no sería solo el tamaño o la energía necesaria para volar. También tendríamos que modificar todo nuestro esqueleto. Para soportar alas gigantes, necesitaríamos una columna vertebral mucho más robusta, músculos completamente diferentes y un cuerpo diseñado para moverse más en el aire que en tierra. Básicamente, dejaríamos de ser humanos como los conocemos.
¿Entonces no hay esperanza?
No todo está perdido. Aunque nuestros cuerpos no están hechos para volar, nuestra mente sí lo está. Desde los primeros globos aerostáticos hasta los aviones y cohetes espaciales, hemos encontrado formas de conquistar el cielo (y mucho más allá) utilizando nuestra creatividad e ingenio. No necesitamos alas porque construimos máquinas que nos llevan más lejos y más rápido de lo que cualquier pájaro podría soñar.
El verdadero superpoder
Volando o no, los humanos tenemos algo único: la capacidad de imaginar, innovar y construir. Los superhéroes que vemos en las películas son una extensión de nuestros propios sueños y de lo que somos capaces de lograr. Así que, aunque no podamos despegar como Superman, podemos seguir conquistando el cielo con nuestra tecnología y, sobre todo, nuestra imaginación.
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