Seguro lo has visto: una mosca se posa en la mesa, avanza unos pasitos, mira a su alrededor con sus grandes ojos compuestos y, de repente, empieza a frotarse las manos como si estuviera maquinando un plan malévolo. La escena parece sacada de una caricatura: la diminuta intrusa luciendo como un villano que está a punto de confesar sus intenciones más oscuras.
Pero no, no se trata de conspiración. La ciencia lo explica: las moscas no están tramando dominar el mundo, solo están limpiándose.
Aunque no lo creas, las moscas son obsesivas con la limpieza. Sus patas delanteras están recubiertas de pelitos microscópicos y sensores químicos que funcionan como una especie de laboratorio portátil. Con ellos detectan olores, sabores y hasta la textura de lo que pisan. Cada vez que se frotan, eliminan restos de polvo, grasa o basura para que sus sensores trabajen con precisión.
En el mundo de las moscas, las patas son multipropósito: sirven para caminar, probar la comida y hasta para decidir si lo que tienen enfrente es comestible o no. Es decir, cuando una mosca se posa en tu plato y empieza a frotarse, lo que en realidad hace es preparar sus “cubiertos”.
Esa imagen de la mosca sobándose las patas como un villano de película es, en realidad, puro instinto. Nada de maldad, nada de planes secretos… aunque, siendo sinceros, sí parece sospechosa cada vez que lo hace justo antes de aterrizar en tu comida favorita.
Cuando te encuentres con una mosca que se frota las patas, recuerda: no está planeando conquistarte, está simplemente haciendo su ritual de limpieza. Aunque claro, no deja de ser una visitante incómoda, especialmente si eligió tu plato de arroz con habichuelas para hacerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario