¿Evangélica intentó traficar niños haitianos teniendo a República Dominicana como base? El caso de Laura Silsby - Infograma

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jueves, 3 de julio de 2025

¿Evangélica intentó traficar niños haitianos teniendo a República Dominicana como base? El caso de Laura Silsby


El devastador terremoto de 2010 en Haití desató una ola de “ayuda humanitaria” que rápidamente quedó expuesta por su trasfondo turbio. Uno de los casos más reveladores fue el de Laura Silsby, una misionera estadounidense que intentó sacar ilegalmente 33 niños haitianos del país con el pretexto de protegerlos en República Dominicana, pero sin documentos, sin permisos y sin respetar la soberanía de la nación caribeña. El tiempo reveló que muchos de esos niños no eran huérfanos y que detrás del gesto supuestamente cristiano podía ocultarse una trama de intereses económicos y manipulación extranjera.


Laura Silsby llegó a Haití días después del terremoto con la promesa de ayudar. Pero lo que se descubrió fue alarmante:

No tenía autorización del gobierno haitiano.

No poseía documentación de adopción.

Varios de los niños tenían padres vivos.


Sus planes incluían establecer un orfanato en República Dominicana financiado por donaciones internacionales, en lo que parecía más un modelo de negocio que una obra de caridad.


Las autoridades haitianas la arrestaron por intento de secuestro y tráfico infantil. El escándalo dio la vuelta al mundo. Y mientras 9 de los 10 estadounidenses detenidos fueron liberados rápidamente, Silsby fue condenada por organización ilegal de viajes, aunque logró evitar la cárcel.





Lo que más inquieta no es solo el acto, sino la respuesta diplomática. En ese momento, Hillary Clinton era Secretaria de Estado de EE.UU., y se ha documentado que hubo comunicaciones activas entre el Departamento de Estado y las autoridades haitianas para facilitar la liberación de los detenidos. Su esposo, Bill Clinton, fungía como enviado especial de la ONU para Haití. A pesar de la gravedad del caso, Silsby no fue procesada por tráfico infantil, lo que para muchos refleja el poder del lobby internacional cuando el acusado es blanco, estadounidense y “misionero”.


En contraste, cuando República Dominicana hace valer su derecho soberano a controlar sus fronteras o deportar inmigrantes ilegales, es blanco de campañas de desprestigio, acusaciones de racismo y presiones diplomáticas.


República Dominicana, el “villano” de una historia mal contada


Mientras Haití ha sido convertido en terreno de intereses de ONG, misiones extranjeras y políticos de ocasión, República Dominicana carga con el estigma internacional, pese a ser uno de los pocos países que ha sostenido hospitales, educación y empleos para miles de haitianos.


Pero aquí está la ironía: cuando RD aplica la ley migratoria o hace cumplir su Constitución, es atacada por los mismos que callaron ante el intento de secuestro de niños haitianos por ciudadanos estadounidenses.


¿Dónde estaban esas voces cuando Laura Silsby intentó sacar niños con fines dudosos? 

¿Por qué el caso fue silenciado tan rápido en la prensa internacional, y por qué la justicia fue tan indulgente?


El caso Silsby no debe olvidarse, porque revela:


1. Que muchas veces la “ayuda humanitaria” encubre intereses económicos, religiosos o políticos.

2. Que los países pobres y vulnerables pueden ser utilizados como peones en tramas extranjeras.

3. Que República Dominicana debe estar alerta ante cualquier intento de operar en su territorio bajo pretextos humanitarios que vulneren su soberanía.

4. Que la narrativa internacional puede ser injusta, interesada y peligrosa si no la enfrentamos con hechos, firmeza y dignidad.



La historia no se trata solo de Laura Silsby ni de los Clinton. Se trata de cómo el dolor de Haití ha sido manipulado, y de cómo República Dominicana ha sido retratada como el “verdugo”, cuando en realidad es una nación que ha cargado con una responsabilidad que no le corresponde.

El caso de la misionera no es una anécdota: es una advertencia. Nuestro país tiene derecho a proteger su territorio, sus leyes y su futuro, aunque a algunos les incomode.




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