En una operación militar que ha sacudido el tablero geopolítico de Oriente Próximo, Israel lanzó la madrugada de este viernes un bombardeo masivo contra infraestructuras militares y nucleares en territorio iraní, dejando al menos nueve fallecidos, entre ellos el jefe de la Guardia Revolucionaria, Hossein Salami, y seis científicos vinculados al desarrollo del programa nuclear iraní.
La ofensiva, bautizada como Operación León Creciente, tiene como objetivo principal frenar los avances de Irán hacia la obtención de armamento nuclear, según fuentes cercanas al gobierno israelí. Sin embargo, analistas advierten que este ataque también busca arrastrar a Estados Unidos a una guerra regional, así como desviar la atención internacional del asedio israelí sobre Gaza, calificado por organismos internacionales como un posible genocidio.
En respuesta, Teherán lanzó más de un centenar de drones hacia territorio israelí. No obstante, la mayoría habrían sido interceptados por el sistema de defensa aérea israelí. A pesar de la contundencia verbal de las autoridades iraníes, quienes han prometido no poner límites a su respuesta, fuentes diplomáticas señalan que Irán estaría evitando un enfrentamiento directo, consciente de su posición debilitada en el contexto regional.
“El enemigo debe prepararse para lo que viene. No descansaremos hasta que haya consecuencias”, declaró un portavoz militar iraní, al tiempo que el ministro de Defensa de Israel advirtió que eliminarán a “todos aquellos que busquen destruir nuestro Estado”.
La ofensiva israelí ocurre en un momento en que el acuerdo nuclear entre Irán y las potencias del Consejo de Seguridad de la ONU se encontraba en punto muerto. Este pacto, firmado en 2015 y abandonado unilateralmente por Estados Unidos en 2018 bajo la administración Trump, buscaba limitar el enriquecimiento de uranio por parte de Irán, algo que hoy preocupa a la comunidad internacional, ya que Teherán estaría cerca del 90% de enriquecimiento, suficiente para fabricar una bomba atómica.
Aunque Estados Unidos negó haber participado en el ataque, evacuó a su personal no esencial de la embajada en Bagdad horas antes del bombardeo, lo que evidencia un conocimiento previo de la operación. Washington, que ha manifestado su intención de reducir su presencia militar en la región y enfocarse en su rivalidad con China, se ve ahora empujado nuevamente al epicentro de un conflicto que podría extenderse.
Por su parte, países como Arabia Saudí han condenado la agresión israelí, lo que aleja aún más las posibilidades de normalización diplomática entre Israel y el mundo árabe, y complica el sueño estadounidense de una región estabilizada.
Si bien Irán ha demostrado capacidad militar para responder con fuerza, sus aliados tradicionales —como Hezbolá, Hamás y el régimen sirio— atraviesan momentos de debilidad. Esta realidad limita sus opciones estratégicas y explica por qué, pese a las amenazas, Teherán parece inclinarse por una serie de contraataques puntuales en lugar de un conflicto total.
“No se trata de cobardía, sino de cálculo. Irán no puede permitirse una guerra directa con Israel en este momento”, explicó un analista militar consultado por Infograma. Aun así, advierten que una estrategia basada en ataques dispersos y respuestas limitadas podría terminar arrinconando aún más al régimen iraní.
El panorama es sombrío. Tanto una guerra total como una escalada prolongada dejarían a Irán en una posición comprometida, mientras Israel fortalece su imagen de poder regional y presiona para consolidar su supremacía militar. Sin embargo, el costo humano y político de este conflicto podría extenderse mucho más allá de sus fronteras.
La comunidad internacional observa con preocupación esta nueva escalada entre dos potencias enemistadas desde hace décadas. Mientras tanto, la posibilidad de que Oriente Próximo caiga una vez más en una espiral de violencia parece más real que nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario